30 marzo 2007
Tormenta de otoño II
El pronóstico –otro más y van...- me decepcionó. Esperé un par de días y antes de la medianoche del segundo tomé la calle en busca de algún charco remanente. Todo era humedad y calor pegajoso, pero de lluvia, ni hablar. Estuve a punto de disputarme un caldo espeso en el cordón de la vereda con un perro sarnoso, pero sus dientes me desalentaron pronto. Terminé reconciliándome con la noche gracias a una luna casi llena que salía de a ratos y un plato de ñoquis con estofado que sabían como los que mi mamá nunca me cocinó, en un bodegón de Almagro. Ah, debo subrayar el aporte inestimado de un malbec en su temperatura (y oportunidad) justa.
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