30 marzo 2007

Tormenta de otoño II

El pronóstico –otro más y van...- me decepcionó. Esperé un par de días y antes de la medianoche del segundo tomé la calle en busca de algún charco remanente. Todo era humedad y calor pegajoso, pero de lluvia, ni hablar. Estuve a punto de disputarme un caldo espeso en el cordón de la vereda con un perro sarnoso, pero sus dientes me desalentaron pronto. Terminé reconciliándome con la noche gracias a una luna casi llena que salía de a ratos y un plato de ñoquis con estofado que sabían como los que mi mamá nunca me cocinó, en un bodegón de Almagro. Ah, debo subrayar el aporte inestimado de un malbec en su temperatura (y oportunidad) justa.

27 marzo 2007

Tormenta de otoño

Escuché el pronóstico con atención: lluvia y más lluvia de acá hasta que la semana diga basta. Verifiqué piloto y paraguas. Todo en orden. Los dejé colgados en el armario. Me puse unas zapatillas blancas de lona, de esas que hacen chirridos extraños cuando se mojan, un jean roto y una camiseta de algodón. Salí a contar charcos. Los pisé todos, desde plaza Once hasta Congreso. Ahí debí parar porque un señor poco afecto a los chaparrones me neutralizó de un paraguazo en el ojo. Volví un tanto maltrecha a refugiarme en un toallón doble felpa y a recuperar energía. Mañana vuelvo a salir, esta vez en dirección del tránsito. Mi próximo objetivo es chapotear en el césped embarrado de Parque Rivadavia.

23 marzo 2007

Culpa

Anoche esta triste. Abrí el cajón y la llamé pero sólo me contestó el silencio. Me puse a hablarle igual. Le conté eso que me hizo llorar, aquello que me envenenó las entrañas y esto que todavía me punza acá adentro.
No me respondió.
Tal vez merezco eso, aquello y esto. Quién sabe.
Me fui a dormir más triste todavía, pero le dejé una rendija por si quería asomarse durante la noche.
De madrugada, sentí una brisa en la mejilla, como una caricia. Quería que fuera ella, pero fue el hálito de la muerte que habitó mis sueños.

19 marzo 2007

Pink Floyd, él y yo (veinte años después)

Cierro los ojos y estoy otra vez ahí. Cuatro paredes, una ventana y una puerta herméticamente cerradas. Alfombra, discos, muchos parlantes. Tengo 16 años. La oscuridad es total, densa de besos y suspiros y sensaciones tan nuevas que dan más miedo que gozo.
Y la música, la misma música que llena cada esquina de esa pieza. Y de mí.

12 marzo 2007

Entrega

Me rodeás con un brazo. Abrís la mano sobre mi espalda y me ordenás: dejate llevar. Me relajo, cedo a la disciplina silenciosa que impone tu cuerpo. Empezás a moverte. A moverte conmigo. Te sigo. Te respondo. Te dejo hacer. Me rozás, me forzás, me hacés girar, me llevás rápido y luego lento, muy lento. Obedezco. Tengo la boca muy cerca de tu cuello. Siento un perfume que no es un perfume. Es tu olor.
Es tu calor.
Es tu mano en la mía
Es tu cuerpo pegado al mío.
Es tango.