29 julio 2008

Una escena, dos vidas

Era un verano como tantos. La casa de Mar del Plata le quedaba un poco grande a él y a su mujer, ahora que los chicos preferían otros rumbos lejos de la mirada paterna.
Esa tarde de enero estaba gris y ventosa, así que Pedro se recostó en la cama matrimonial a dormir la siesta. El infarto lo sorprendió soñando con una ruta solitaria. Pero una mano le oprimió el pecho, unos labios le soplaron vida y el viejo corazón volvió a latir. Cuando se despertó ya había tomado la decisión de vivir a fondo el tiempo que le quedara. Buscó a esa mujer rubia y jovencísima que había sido la locura de sus últimos meses, se fueron a vivir juntos y hasta volvió a gozar con un niño recién nacido en brazos


Era un verano como tantos. Le gustaba andar descalza por la casa grande y casi vacía de Mar del Plata, perfecta para ella y su compañero desde hacía 27 años.
Era una tarde fresca y nublada, ninguna opción parecía mejor que una siesta. María se recostó en la cama matrimonial sobre una pila de almohadones y se entretenía con una revista de chismes cuando escuchó un ronquido extraño en el hombre que dormía a su lado. Desde algún rincón oscuro de su cerebro supo lo que debía hacer. Los golpes en el pecho, la respiración boca a boca. Las maniobras justas en el momento justo que le devolvieron la vida a quien iría a vivirla sin ella.

03 julio 2008

A ordenar, a ordenar

Se mezclaron las camisetas con la bufandas; los días con las noches; los hombres; las risas con los arrepentimientos; los esmaltes de uñas con los labiales; la pimienta con el azúcar y el vinagre; las sábanas con mujeres; las películas con la vida; el asfalto con las lágrimas y los miedos; las siestas con las caricias; los amores con los odios; la compañía con la soledad; los gritos con el silencio; el triunfo con los brindis; los brindis con los fracasos; las ganas con el rechazo; el pueblo con la ciudad; los desconocidos con la esperanza; los miedos con otros miedos; las letras con los números y el punto final…