27 marzo 2007

Tormenta de otoño

Escuché el pronóstico con atención: lluvia y más lluvia de acá hasta que la semana diga basta. Verifiqué piloto y paraguas. Todo en orden. Los dejé colgados en el armario. Me puse unas zapatillas blancas de lona, de esas que hacen chirridos extraños cuando se mojan, un jean roto y una camiseta de algodón. Salí a contar charcos. Los pisé todos, desde plaza Once hasta Congreso. Ahí debí parar porque un señor poco afecto a los chaparrones me neutralizó de un paraguazo en el ojo. Volví un tanto maltrecha a refugiarme en un toallón doble felpa y a recuperar energía. Mañana vuelvo a salir, esta vez en dirección del tránsito. Mi próximo objetivo es chapotear en el césped embarrado de Parque Rivadavia.

1 comentario:

Cuni dijo...

Vivo muy cerca de allí, no sabe la catarata que se forma en la escalera, muy bella.
A veces no hay que resistirse, que la cruzada no le cueste el otro ojo, ojo! Saludos