24 mayo 2006

Abandonada

Me dejó.
Me dejó por teléfono.
Y no puedo dejar de llorar.
Después de siete años, marcó mi número laboral y me avisó que se va. Que no quiere que terminemos mal pero que hay un mundo que necesita explorar.
Lo nuestro fue, sí, difícil a veces. Pero siempre terminó ganando y yo dejé hacer. O no hacer, según prefiriera. Aguanté sus retos, sus desplantes, su desorden, sus dolores de cabeza, sus enojos pasajeros. Disfruté su confianza, sus disponibilidad, su verborragia, su risa fácil, su pelo rubio y su andar pesado.
Pero ahora me dejó.
Y no puedo dejar de llorar
¡Qué va a ser de mí sin ella, mi niñera, mi cocinera, mi ama de llaves, mi confidente, mi dama de compañía, mi mensajera, mi mano derecha! ¡E izquierda! No puedo dejar de llorar...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sospecho que te cuesta más esta separación que un divorcio. Suelen ser más difíciles de reemplazar y no hay juguete ni vecino ni prestado que sirva.

Daniela dijo...

Verdad, porque son afectos construidos a partir de relaciones laborales, pero muy fuertes e intensos. Y cuando la relación se corta, ay, qué tristeza!

Ana C. dijo...

Sí, y además te revoluciona la vida. ¡Que tengas suerte con la próxima!