Mi mamá tiene una necesidad constante e insatisfecha de generar cambios en su casa. Siempre está comprando algún mueble nuevo, tirando una pared abajo, cambiando un empapelado, reemplazando una puerta o colgando y descolgando cortinas. Acababa de rehacer el baño y de reconstruir los techos, así que se le ocurrió que era hora de cambiar los colchones de las camas que mis hermanos hace años ya no usan por la simple razón de que hace años ya no viven allí. Pues bien, allá fuimos. La elección, la espera (los colchones tardan mucho en llegar a esas pampas), los términos de la operación y finalmente la compra nos demandó cinco (¡!) visitas a uno de los negocios de electrodomésticos y artículos varios más grandes del pueblo.
En contra de todos los pronósticos, nunca me exasperó el exagerado número de viajes a ese local. ¿El secreto?. Uno de los vendedores. Se trataba de un señor todavía joven sin ninguna característica especial excepto una; para dirigirse a las clientas no utilizaba el socialmente aceptado "señora", "señorita" o "doña", sino un íntimo "Negri" o "Negrita".
Debo decir que la primera vez que me llamó así miré alrededor con cara de yo no fui, porque creí que este señor me confundía con alguna amiga cercana, algo bastante improbable por cierto. En cuanto me di cuenta que se dirigía así a todas, me relajé y empecé a disfrutarlo. Porque, y esto es lo más importante, su tono era tan suave, cariñoso, cálido, dulce, que realmente parecía que eras la "Negrita" que había estado esperando toda la tarde, entre lavarropas, licuadoras y celulares última generación.
Cuando la compra de colchones se concretó, volví un par de veces a preguntar el precio de una heladera y las medidas de un gazebo que había en vidriera. Quería traerme conmigo toda la dosis de "Negris" y "Negritas" del año, que seguro me van a hacer falta. Dicho así, como si me quisieran.
25 enero 2006
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1 comentario:
¡Dios mío! Que te digan "Negri" o "Negrita" es una de las cosas más dulces que se encuentran en la vida. Uff! lo extrañé durante años. Sólo reconozco una cosa comparable. Pero esa me la guardo para mí, para que no se gaste.
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