22 agosto 2006

Hasta que la muerte nos separe

Antonio era mecánico. Mecánico y solterón.
Tenía una bicicleta gris, alta, pesada, antigua, con guardabarros de chapa y asiento decenas de veces remendado. A todos lados iba en ella.
Un día cualquiera se sintió demasiado cansado para montarla. Le dolía la espalda y ya era difícil revolear la pierna al otro lado del caño gris. Nunca supo bien cuándo dejó de treparse a ella. Pero lo cierto es que nunca la dejó.
Se lo veía pasar a diario por la vereda, con la bicicleta gris suavemente tomada del manubrio. Ni del asiento, ni del caño. La mano derecha agarrando el manillar zquierdo. Siempre juntos, a paso lento, a todas partes. La alianza de compromiso era, quizás, el broche que seguía llevando en la botamanga del pantalón. Tal vez Antonio creía que algún día se iba a sentir fuerte de nuevo para encaramarse a su bicicleta. O simplemente era su compañera y punto.
Cuando Antonio murió, alguien la llevó a la puerta de la sala velatoria. Y allí quedó hasta que empezó a oxidarse. Una mañana, cuando ya empezaba a formar parte del paisaje sagrado del pueblo, simplemente desapareció. Algunos dijeron que bajo las manos de los familiares de los presos de la nueva cárcel que instalaron en las afueras de la ciudad, los mismos que provocaban un exceso de cautela en los vecinos que empezaron a cerrar las puertas de sus casas con llave. Otros culparon a la barra de pibes, esos que andaban en cosas raras, medio drogadictos o por lo menos con bastante mala facha
Ya casi nos habíamos olvidado del asunto. Pero ayer, cuando le fui a llevar unas margaritas a mi pobre Pedro, que en paz descanse, me pareció verla junto a un pino en la entrada del cementerio. Para mí que era ella, pero no sé, estaba tan cambiada.

6 comentarios:

Jose dijo...

si no lloré, fue porque había mucha gente alrededor mio...magnífico

Anónimo dijo...

Juana: gracias por darte a conocer en mi cuadernito. No tenía ni idea de este blog (el tuyo) y me gusta mucho lo que escribes, así que es una alegría haberte encontrado.

Besos y hasta pronto.

Alex dijo...

Belleza.

Lusi dijo...

preciosa historia..un saludo juana. :)

(me la imaginé en mi ciudad)

Caracol dijo...

Extarordinario.
Aunque mal negocio para el bicicletero del pueblo. :)

Ana C. dijo...

Este blog es pura delicia.