El sábado me bañé, me perfumé, me puse una bombacha rosa recién comprada, jean, zapatillas, una buena copa de vino y a eso de las diez y media salí a caminar. Rivadavia, Pueyrredón, derecho hasta Santa Fe. La parte de Once fue dura. Parecía tierra arrasada, mugre, papeles, cajas, bolsas, despojos todos del infernal movimiento comercial de horas antes. Había mucha gente en la calle. Además de todo, la pobreza es fea y mete miedo. Familias enteras en los alrededores de la estación, cartoneros, pibes solos, mucha, mucha cana dando vueltas... y el silencio. El silencio es lo que más impresiona de la Buenos Aires vacía. Sólo escuchás tus pasos, o los de alguien que se viene acercando desde atrás.
Esa parecía también la hora de los judíos. Salían de todos lados, con sus trajes negros, sus mujeres empelucadas y sus chicos rubios.
Después de Córdoba el escenario cambió. El negocio de la noche se lo hizo Farmacity de Córdoba y Pueyrredón, la única farmacia abierta de los alrededores.
Hacia Santa Fe, la soledad de los solos era un poco más glamorosa. Se sentaban en mesas individuales de restaurantes bien iluminados, con algún mozo rondando y comidas ricas en los platos. Y el silencio, siempre el silencio.
O alguna voz. “Dale, rata, levantate. Vamo’a comer algo y pasar las fiestas. Rata, dale, despertate”. Con una mezcla de imposición y ternura, y sin éxito, un vagabundo sacudía a otro, dormido en la puerta de un banco. La medianoche me agarró casi llegando al obelisco, caminando por la Nueve de Julio a contramano. Me di el gusto de cruzar todos (¡todos!) los semáforos de las avenidas en rojo y me quedé un rato mirando los tristes fuegos artificiales y las bombas de estruendo baratas. Listo, la gente ya había tomado de nuevo las calles, así que volví tranquila a mi casa, esquivando borrachos. Me esperaba un mantecol extra large, reservado para la ocasión.
26 diciembre 2005
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3 comentarios:
En eso estoy...
Buen relato, aunque podrías agregarle algunas imágenes descriptivas un poquito más puntuales, como colores de ropas, tipos de pelo, precisión en los olores y quedaría increíble, pues tienes el tono, el ritmo, la nostalgia y la inocencia de no poder entrar al sex shop para comprar un vibrador. Buen blog. Te linkearé y visitaré de nuevo.
Buen 2006
¡Qué raro! Eso mismo haría yo si viviera en Buenos Aires. Vagabundear sola en Nochebuena.
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