Sara se casó a los 22. Vivió toda la vida con un hombre que, a los 47 años de matrimonio, sufrió un ataque y se quedó ciego, sordo, mudo, ausente…
Cuatro años, tres meses y veinte días estuvo postrado en la cama. Ella le dio de comer, lo lavó, le leyó la sección deportes del diario cada lunes, le sacudió las almohadas varias veces al día, controló a las enfermeras, vigiló su respiración…
Una tarde cualquiera él murió…
Ella, que había estado presa en ese cuarto con olor a muerte tanto tiempo, lo veló, lo enterró en una parcela con césped verde claro, y después se encerró en su casa durante cinco días…
El sexto día salió. Fue al cine.
23 febrero 2010
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2 comentarios:
Un relato contundente, una historia demoledora, un final que promete (?) continuación.
Como decía la canción: "vivir solo cuesta vida".
Me gustó mucho el final. Tal vez en su lugar yo haría lo mismo... Un saludo grande.
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