19 noviembre 2007
Felicidad
La peiné despacio, con su cepillo favorito. No protestó. Seguí así, desenredándole el pelo hasta que estuvo brillante y empezó a emanar un perfume tenue, a champú y a niñez, a leche y a torta de vainilla. Cuando dejé de peinarla, seguí acariciándole el pelo largo, suave, oscuro, hasta que se quedó dormida. Me sentí mejor.
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5 comentarios:
La felicidad... en gestos sencillos, llena de mucha paz...
Seguí haciéndolo...
Hace mil que no daba una vueltita por aquí, pero como siempre disfruté tu escrita. concisa, simple pero con alma.
Ji!
hay siemrpe termino feliz cuando entro acá. o al menos emocionada.
muac!
¿A quién? ¿A una Barbie, a un perrito, a una niña?
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