Hay un pueblo en el medio de la pampa que tiene un cementerio de un solo muerto.
Hace unos veinte años, para inaugurarlo, llevaron un vago de un pueblo vecino a quien nadie lloraba. En una ceremonia sencilla y ante un cura también visitante, clavaron una cruz blanca sobre una lápida discreta. El poblado sentía haber alcanzado otro status. Ya contaba con una escuela, un club de pista de tierra con bailes más o menos periódicos, una mercería, un almacén de ramos generales y aunque ya el tren no pasaba por su estación, ahora tenía, también, cementerio.
Pero nadie se unió al vago desconocido. Los demás muertos del pueblo van a otros camposantos más concurridos a reposar su eternidad. Será porque un cortejo de varios kilómetros por la ruta, hasta una ciudad hecha y derecha, es mejor visto. Y ni qué hablar de las ventajas de una travesía de fin de semana para llevarle flores al finado y, de paso, hacer una compra grande en el supermercado mejor provisto de la zona, confesarse y curiosear las vidrieras del centro.
7 comentarios:
Hermoso, Juana. Triste, breve y hermoso, como debe ser.
La felicito y le mando un abrazote
eso sí que es llevar una vida solitaria... y un más allá solitario también.
qué cosa, ni muerto se deja de ser marginal...
precioso relato, Juana.
Pobrecito, el muerto solo. Lo peor es que seguro que nadie visita ese cementerio. Me encantaría conocer ese pueblo y mirar esa tumba.
En la zona donde yo me crié había el "cementerio de los disidentes" que era una sección del cementerio donde iban a parar los no católicos, separado por muro del resto. Mayormente protestantes, aunque supongo que musulmanes, judíos y ateos irían a parar allí. Pero después se estimó segregacionista esa práctica - no se cuándo, no se cómo - y se mudaron los cuerpos al cementerio principal.
Pero inevitablemente quedaron algunos ya sin familia presente que mandase o requiriese su mudanza. Pues bien, en el cementerio que suelo visitar ahí estan alguno pocos "disidentes", desparramados en un cuarto de manzana, enyuyado y vacío a no ser por ellos, muro por medio con el resto del camposanto. Quedaron solos por mudanza de los demás finados.
Muy, pero muy bueno.
Y cuantos empleados tiene el cementerio ?
Igualmente ser único en algo, es un privilegio que de alguna forma le tocó a ese pobre hombre.
un beso, me encantó este relato.
Bellísimo tu cuento: en pocas palabras has descrito lo que algún sociólogo podría haber explicado en un aburrido libro de trescientas páginas.
Además qué rico es el pan con manteca!
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