Finalmente me animé y fui a la presentación del libro. Me senté en la última fila y traté de sentirme como la francesa de esa película, que se reencuentra en París con el chico del tren, nueve años después. No hubo caso. Yo no soy rubia, no sé la diferencia entre bonjour y bonsoir, no me interesa luchar contra el hambre y la injusticia y, sobre todo, vos no te parecés nada a Ethan Hawke. Así que me senté en el fondo y me sentí como yo misma, lo que significa que me sentí como el culo.
Escuché cada palabra, cada chiste estudiado. Y como las cartas estaban echadas y nada quedaba por perder, compré un ejemplar y lo llevé hasta tu escritorio. Sin levantar la mirada, preguntaste mi nombre y escribiste a las apuradas: Para Verónica con cariño.
No me miraste. No me hablaste. Pero escuchaste el ruido de vidrios rotos cuando revoleé el ejemplar de 486 páginas contra las copas y botellas de vino que celebraban tu éxito. En realidad creo que escuchaste. No estoy muy segura. Tuve que salir corriendo, comprenderán.
22 septiembre 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
8 comentarios:
Hizo bien. Alguien que espera la atención del prójimo por 486 páginas debe ser insufrible.
Lindo, como todo lo que escribis.
:)
Bueno.
Espero que él se haya cortado aunque sea un poquito.
jajaj..buenisimo
Diecisiete perfectas líneas. Me re-sorprendí.
lo peor es habe gastado dinero en ese libro...
no valía la pena, aunque pensándolo bien... si te diste el gusto, bien hecho.
Comprendo y aplaudo.
Comprendo y aplaudo también (sobre todo aplaudo). Pero qué lindo hubiera sido haberse quedado unos minutos más y verle la cara desencajada al idiota ese.
Publicar un comentario