Planeamos una cena de reencuentro, contención y apoyo moral. V. había roto con su novio y la ocasión merecía comida y vino, de los buenos. Pero G. se plantó con aquello del calor, de la bikini y de las grasas adosadas a las partes, y propuso el menú: ensaladas. Aceptamos sin mayores cuestionamientos, hasta que la agasajada levantó el teléfono:
- ¿Ensalada? De ninguna manera. Para martirios, está la vida. Me das pizza, comida china, empanadas o fideos. Si no, no voy.
Argumentación impecable.
Comimos capelettis con bolognesa y mucho queso. Y vino. Y helado de chocolate. Vamos, como si a esta altura de la contienda no supiéramos cómo se curan las penas de amor...!
24 noviembre 2005
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